La transparencia y la ventana del mundo al revés
Date : noviembre 22, 2019 By
“Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana.”
Eduardo Galeano
“Patas Arriba. La Escuela Del Mundo Al Revés”
El otro día pude ver un reportaje en televisión sobre Silicon Valley. Ese lugar, que se referencia en la prensa como un sitio en el que los trabajadores disfrutan en espacios creativos, salones de video juegos, piscinas de bolas y futbolines, al mismo tiempo que desarrollan brillantes ideas que revolucionan el mundo, aparece mostrado con las contradicciones propias del capitalismo: un lugar en el que los empleados menos cualificados tienen que dormir en el autobús (Hotel 42) o en tiendas de campaña en la calle porque sus sueldos no alcanzan para pagar el precio de una vivienda; en el que las empresas pagan la congelación de óvulos a las mujeres para que no se preocupen de la maternidad y puedan seguir produciendo; o en el que, siendo la sede de las principales compañías de medios sociales, los trabajadores no tienen tiempo para relacionarse entre ellos y terminan contratando empresas para encontrar pareja.
Interesante, sin duda. Pero, aunque esta compleja situación ya merecería un amplio análisis por sí misma, lo que pretendo subrayar aparece en una entrevista al insultantemente joven ex directivo de desarrollo de negocio de WhatsApp en España y América latina. Mientras toma un café, pedido y pagado a través de un móvil- como no podría ser de otra manera en la cuna del desarrollo tecnológico-, tiene lugar la siguiente conversación:
Periodista: ¿Le pagan mucho a uno trabajando en WhatsApp?
Entrevistado: Estas preguntas no puedo responderlas
Periodista: WhatsApp es un gigante, es una aplicación que seguramente tiene miles de millones de usuarios ¿WhatsApp gana dinero teniendo tantos usuarios?
Entrevistado: Todo el tema que sea financiero, de número de usuarios, normalmente las compañías no pueden dar esta información.
Resulta muy esclarecedor que directivos de empresas, cuya base principal de negocio son nuestros datos personales, afirmen con total naturalidad que no puedan ofrecer información financiera de la empresa o sobre las retribuciones de sus empleados. Teniendo en consideración el lugar que tiene la transparencia en la actualidad en el espacio público, deberíamos reflexionar sobre su alcance y si se debería ampliar su significación y mirada hacia otros ámbitos.
La transparencia tiene diferentes características, pero dos de las principales son, por un lado, la posibilidad de generación de nuevas oportunidades económicas para los ciudadanos y, por otro, su función de contrapoder. La primera se basa, fundamentalmente – aunque no solo-, en las posibilidades de desarrollo y emergencia de un sector empresarial basado en la información puesta a disposición pública. La segunda tiene que ver con el control que los ciudadanos podrían hacer de la actuación del poder público como mecanismo para mejorar la calidad de la democracia. La realidad es que, si bien la primera característica se encuentra en un periodo de emergencia inicial, la segunda, salvo actuaciones de grupos y colectivos minoritarios y muy localizados, no se desarrollado con la profundidad que requiere tratar de lograr unos objetivos de tan hondo calado.
En un mundo globalizado e interconectado como el actual, en el que la frontera de lo público y lo privado no aparece muy definida, y en el que las corporaciones multinacionales pueden tener incluso más poder que algún estado, cabría plantearse por qué las empresas se quedan, con carácter general, al margen de la esfera de influencia de la transparencia. La experiencia reciente ha demostrado cómo las grandes empresas internacionales pueden trascender su propio marco de actuación e invadir el ámbito político. Se ha configurado así un poder al margen las instituciones políticas que ejerce una influencia directa sobre los ciudadanos y que escapa al control democrático .
Mientras tanto, los ciudadanos somos transparentes para las empresas y éstas, como vemos en las palabras del ex directivo de WhatsApp, son absolutamente opacas para la sociedad. Monetarizan nuestros datos al mismo tiempo que desarrollan mecanismos de control sobre los ciudadanos, llegando a condicionar, incluso, hasta su comportamiento político.
Con la transparencia, se quería promover el desarrollo económico usando la información pública y observamos como con nuestros datos se crea una riqueza que se acumula en unas pocas corporaciones sin que los beneficios reviertan a nivel social. Fomentando la transparencia, como elemento estrechamente vinculado a la democracia, se quería controlar los excesos que podían realizarse desde el poder. La realidad es que, tratando de fiscalizar lo público, hemos pasado a ser controlados por otros actores que no se rigen por criterios democráticos sino por lógicas mercantiles.
Queríamos información para que nuestra sociedad mejorara económicamente y para controlar -y evitar- los abusos del poder contra la democracia. Lejos de conseguirlo, antes al contrario, vemos cómo nuestra información es usada para enriquecer a unas pocas empresas y para que estas entidades, que actúan sin ningún tipo de fiscalización democrática, la usen para ejercer su poder sobre la ciudadanía .
Se le ha dado la vuelta a la transparencia. Mientras se trataba de monitorizar lo público, la grandes empresas privadas obraban fuera de total control y en la más absoluta de las opacidades. Se han puesto los esfuerzos en el ámbito público -en el que, además, aún no se ha avanzado lo suficiente- y debería hacerse un replanteamiento y redefinición de la amplitud de la transparencia y del interés general de la información que manejan y producen las grandes corporaciones. Más ahora, en un momento en el que la diferenciación entre la esfera pública y privada es tan ambigua. Se trata de control democrático. Por tanto, si existe un desplazamiento del poder hacia un ámbito situado fuera del espacio público, la transparencia debe fijar su mirada en él. Debemos ampliar el foco o seguiremos viviendo en la escuela del mundo al revés. Basta con asomarse por la ventana.